82. Dicen que todos los sabios
son austeros e impasibles, pues ni ellos hablan de deleites, ni admiten lo que
de los deleites hablan otros; pero que también hay otro austero (se refiere a
las malas personas), comparable al vino áspero, que mejor es para medicamentos
que para bebida. Que los sabios son incorruptos y sinceros, pues se guardan de
ostentar lo que son por medio de apariencias que oculten los defectos y hagan
manifiestas las buenas prendas. Que tampoco de voces y rostros. Que están
ajenos de los negocios, pues huyen de hacer cosa alguna sino oficios. Que beben
vino, sí; mas no se embriagan. Que no pierden el juicio; pero sin embargo, caen
a veces en algunas fantasías o imaginaciones extrañas, por melancolía o
delirio, no por razón de cosas que deseen, sino por defecto de la naturaleza.
Ni siente dolor el sabio, puesto que el dolor es una irracional contracción del
ánimo, como dice Apolodoro en su Moral. Que los sabios son divinos, pues parece
tienen a Dios en sí mismos; y que el malo o ignorante es ateo. Que el ateo es
de dos maneras: uno, el que se llama contrario a Dios; otro, el que menosprecia
a Dios; pero esto no se halla en todos los malos. Que los sabios son religiosos
y píos, como prácticos que están en el derecho divino, pues la piedad es
ciencia del cultivo divino. Que sacrifican por sí mismos a los dioses y son
castos; puesto que detestan los pecados contra los dioses; y aun los dioses
mismos los aman porque son santos y justos en las cosas divinas.
84. Dicen que el sabio gobernará
la República si no hay embarazo, como lo dice Crisipo en su libro I de las
Vidas, pues reprimirá los vicios e incitará a las virtudes. Que se casará
también a fin de procrear hijos, según escribe Zenón en su República. Que no se
mezclará en cosas opinables, esto es, nunca dará asenso a falsedad alguna. Que
deberá abrazar la secta cínica, por ser un camino breve y compendioso para la
virtud, según Apolodoro en su Moral Que comerá también carne humana según las
circunstancias fueren. Que sólo él es libre; los malos e ignorantes son
siervos. Que la libertad es la potestad de obrar por sí; la esclavitud es la
privación de esta libertad. Que hay otra esclavitud, consistente en la
subordinación; y aún otra tercera, que consiste en la posesión y subordinación
(a la cual se opone el dominio), y que también es mala. Que los sabios no sólo
son libres, sino también reyes; siendo el reinar un mando a nadie dañoso, que
existe sólo entre los sabios, como dice Crisipo en el libro intitulado Que
Zenón usó de los nombres con propiedad. Escribe allí que el príncipe debe
entender acerca de bienes y males, y estas cosas ningún ignorante las sabe.
85. También que solos ellos, y
ninguno malo, son aptos para los magistrados, para los juicios y para la
oratoria. Que son impecables, como que no pueden caer en pecado. Que son
inocentes, pues ni dañan a otros ni a sí mismos. Que no son misericordiosos ni perdonan
a nadie, pues no remitirán las penas puestas por las leyes (ya que la
condescendencia, la misericordia, la mansedumbre no son cosas propias del ánimo
de quien se crea útil para la justicia) ni las tendrán por muy duras. Asimismo,
que el sabio nada admira de lo que parece extraordinario, verbigracia, los
plutonios, el flujo y reflujo del mar, las fuentes de aguas termales y los
volcanes. Dicen igualmente que el sabio nunca vive solo, pues está acompañado
de la naturaleza y de las operaciones. Se ocupará también en ejercicios para
hacer el cuerpo a la tolerancia.
86. Dicen que el sabio orará
pidiendo bienes a los dioses. Así lo escriben Posidonio en el libro I De los
oficios, y Hecatón en el XIII De las cosas raras. Dicen asimismo que sólo en
los sabios existe la amistad, por razón de la semejanza; y que la amistad es
una comunión o comunicación entre los amigos, de las cosas necesarias de la
vida. Prueban que el amigo debe elegirse por él mismo; que es bueno tener
muchos amigos, y que no hay amistad entre los malos. Que no se ha de contender
con los ignorantes o necios; y que todos los ignorantes son dementes, puesto
que no siendo sabios todo lo ejecutan por una ignorancia igual a la demencia.
Que el sabio hace bien a todos, al modo que decimos que Ismenias fue diestro
flautista. Que todas las cosas son de los sabios, pues la ley les da potestad
cumplida. Que también hay algunas cosas de los ignorantes, sean de la
República, sean propias, pero como a posesores injustos.
87. Que las virtudes se siguen
mutuamente unas a otras, y quien posee una las posee todas; pues las
especulaciones de todas son comunes, como dice Crisipo en el libro De las
virtudes, Apolodoro en su Física antigua, y Hecatón en el libro III De las
virtudes. Que el virtuoso es especulativo o contemplativo, y apto para ejecutar
lo que conviene; y las cosas que conviene se hagan, también deben ser elegidas,
sostenidas, distribuidas y constantemente defendidas. Por lo cual si ejecuta
con elección algunas cosas, otras con tolerancia, distributivamente otras, y
otras constantemente, es así prudente, valeroso, justo y templado. Y
principalmente cada una de las virtudes versa respectivamente acerca de su
propio objeto, verbigracia, el valor acerca de su tolerancia; la prudencia
acerca de lo que debe practicarse, no practicarse o mirarse con indiferencia.
Del mismo modo versan los demás sobre sus propios objetos, verbigracia, a la
prudencia se sigue el buen consejo e inteligencia; a la templanza, el buen
orden y la modestia; a la justicia, la equidad y probidad, y al valor la
constancia y permanencia de ánimo.
88. Son de opinión que entre la
virtud y el vicio no hay medio (al contrario de los peripatéticos, que dicen
que el provecho es medio entre la virtud y el vicio), pues así como un palo, dicen
los estoicos, es preciso sea recto o torcido, así una cosa o es justa o
injusta, sin contar con el más o menos. Y así de las demás cosas Crisipo dice
que la virtud es amisible; Cleantes, que es inamisible; aquél que puede
perderse por la embriaguez y por la cólera; éste, que no puede perderse, por lo
muy arraigada. Que es apetecible; que nos avergonzamos de las malas obras,
conociendo que sólo es bueno lo honesto; y que ella sola basta para la
felicidad, como dicen Zenón, Crisipo en el libro I De las virtudes y Hecatón en
el libro II De los bienes, porque si la magnanimidad, dicen, es bastante para
superarlo todo, y ella es parte de la virtud, es también la virtud bastante
para la felicidad, despreciando justamente todas las cosas que parezcan graves y
turbulentas.
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Diógenes Laercio, Vidas
de los más ilustres filósofos griegos, Orbis, Barcelona 1985, Vol II, p.75-77.
Prof. Lic. Claudio Andrés Godoy
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